Penúltimo largometraje de Manoel de Oliveira, que esta vez se divierte con una película de fantasmas en la que un fotógrafo emprende un viaje alucinado después de retratar a la hija muerta de los propietarios de un hotel. Sin caer en la nostalgia del que sabe que la visita de la Parca está proxima, el director nos invita a un viaje mágico en el que la realidad y la ficción se funden para darnos a entender que la vida y la muerte son una y la misma cosa. Contada con la sonrisa perpetua en los labios, la aventura de Isaac mantiene el encanto y la frescura del cine de la época silente, pero no su característica ingenuidad. Oliveira que, como el mismísimo Diablo, sabe más por viejo que por diablo, como él se divierte, manejando como un titiritero al desdichado fotógrafo.